El
suicidio y sus intentos configuran uno de los problemas más graves de salud
actuales. Según la World Health Organization (WHO, 2012), el suicidio se
encuentra entre las diez primeras causas de muerte, lo que supone que al año
mueren en el mundo alrededor de un millón de personas y 1,8% del total de
fallecimientos son por este motivo. Especialmente, la relación del suicidio con
los problemas psicológicos y depresión es muy estrecha. Según datos del Organismo de Investigación Judicial
(OIJ) en el grupo entre los 12 a 19 años para el 2015 se registraron 35
decesos, en el 2016 alcanzó 29 casos y en el 2017, 13 fallecimientos. Es
importante señalar que, en los últimos dos años, este evento se registra con
mayor incidencia a los 17 años. El suicidio hoy, no se puede considerar
un fenómeno con una única causa, sino que muchos factores diversos,
sociológicos, psiquiátricos y psicológicos (en su perspectiva social y clínica)
entran en juego en relación con la muerte voluntaria. Teniendo en consideración
estos datos, es prioritario y necesario que la conducta suicida sea prevenida y
atendida eficazmente, para lo cual conviene conocer y detectar aquellos signos
más o menos evidentes de ideación suicida que puedan aparecer en la consulta
clínica.
La
ideación suicida se define como la “aparición de pensamientos cuyo contenido
está relacionado con terminar con la propia existencia”. Además, en esta
definición se incluyen aquellos pensamientos que aluden a la falta de valor de
la propia vida, deseos de muerte, fantasías de suicidio y planificación de un
acto letal. Este término conviene diferenciarlo de la propia conceptualización
del suicidio o acto autolesivo que resulta en muerte, así como del intento de
suicidio que supone la tentativa de autoeliminación o autolesión intencionada
sin resultado de muerte. En el contexto
terapéutico, los pensamientos o ideación suicida no siempre son verbalizados
directamente ni aparecen como motivo de consulta. De hecho, suelen manifestarse
de diferentes formas en un rango más o menos explícito (verbal y no verbal) por
los pacientes.
Las
causas de la ideación suicida son múltiples, diversas y dependen de la
perspectiva de análisis de que se parta (cultural, social, psicológico y
biológico, entre otros). Todas estas perspectivas merecen especial
consideración por separado a la hora de analizar los factores que influyen en
el proceso de generación de ideación suicida. No obstante, no existe ninguna
teoría que explique el suicidio o la ideación suicida de una forma completa.
Falta un mayor esclarecimiento e integración de los diferentes modelos para
determinar más claramente las condiciones y factores relevantes en el proceso
de suicidio, y probablemente no existan unas mismas causas en todos los
individuos sino que son particulares a la historia de cada persona.
Para
poder determinar el riesgo de suicidio, es importante conocer los factores de
riesgo del individuo y realizar una evaluación individual exhaustiva sobre el
estado actual. Al examinar los factores
de riesgo para un individuo, se ha de tener en cuenta que cuanto mayor número
concurran en una misma persona, mayor será la probabilidad de que la persona
presente ideación o conducta suicida. No obstante, que no estén presentes no
significa que una persona no pueda llevar a cabo un intento de suicidio.
Además, los factores de protección servirán no tanto para determinar el nivel
de riesgo sino para favorecer y ser utilizados en la propia intervención.
Entre
los múltiples factores que influyen en el riesgo de conducta suicida, se debe
prestar especial atención si están presentes los factores de riesgo siguientes:
Depresión,
Alcoholismo, Adicción a sustancias, Psicosis, Intentos previos de intentos de
suicidio o autolesiones, Aislamiento, Enfermedad física (posibles consecuencias
vitales, crónica o que provoque gran debilitamiento), Historia familiar de
trastornos del estado de ánimo, alcoholismo o suicidio. Duelo, pérdida reciente
o preocupación con el aniversario de una pérdida traumática, Desestabilización
familiar debido a una pérdida, abuso personal o sexual, o violencia, Trauma
reciente (físico o psicológico), Plan específico de suicidio formulado,
Abandonar pertenencias preciadas o cerrar/arreglar asuntos, Cambios radicales
en el comportamiento o estado de ánimo, Exhibir una o más emociones negativas
intensas poco características, Preocupación por abuso pasado.
Tan
pronto como se detecte ideación suicida, se debe valorar el riesgo hasta lograr
un grado de precisión suficiente como para actuar e intervenir, ya que la
persona podría llevar a cabo su plan de forma inminente.
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